Las formas de la experiencia amorosa en los cuatro segmentos iniciales del poema La voz a ti debida, de Pedro Salinas

La poesía de Pedro Salinas tiene el poder de cautivar al lector desde el primer verso, especialmente si se trata del poema La voz a ti debida. El presente estudio tiene por objeto analizar desde el nivel de articulación discursivo las variantes anímicas por las que atraviesa el yo lírico de dicho poema, así como detectar las metamorfosis estéticas de la figura de la amada, por medio de la cognición subjetiva que relata el sujeto lírico a lo largo del texto, acerca de su pasión amorosa.

Antes de entrar en materia, señalaré brevemente las características principales que conforman la estructura formal de La voz a ti debida, de Pedro Salinas.

El escrito se encuentra dividido en setenta y cuatro segmentos, por lo tanto, es un texto que posee una estructura fragmentaria, no guarda una métrica rigurosa, más bien es flexible, aunque los versos heptasílabos y octosílabos predominan sobre los demás la mayor parte del tiempo.

La rima asonante tiene un lugar bien asegurado dentro de esta obra poética, sin embargo, el autor la articula de una manera laxa, de modo que no siempre habrá rima en todos los versos; pero también sucederán casos en los que ésta florezca incluso dentro de un mismo verso.

Considero que en el poema existe una adecuación del ritmo acorde con las emociones del amante; es decir, el ritmo se sustenta no sólo con la ayuda de la rima asonante y la tendencia métrica al heptasílabo y al octosílabo, sino también, con la diversificación de los estados de ánimo –que en la poesía de Salinas se traducen a tonos elegíacos o laudatorios- adoptados por la voz lírica a través de sus remembranzas y proyecciones amatorias.

Esta conformación estilística entre el ritmo y las variaciones semánticas del discurso poético en La voz a ti debida crea una fina musicalidad que le confiere al texto sus respectivos allegros y adagios, tal y como ocurre en una sinfonía de orquesta.

No me corresponde ahondar en la construcción formal del ritmo, pero haré una digresión mínima para concluir la analogía que he encontrado entre éste y una sinfonía.

En la música clásica, el tempo presupone la intención y la celeridad con la que debe de interpretarse un movimiento, mientras que el compás se limita a señalar de manera textual dentro del pentagrama, la fracción de tiempo –que no es lo mismo que el tempo– con la que debe de ser ejecutada la composición; en palabras de Höweler, el compás es “la norma métrica que regula formalmente la pulsación en la ejecución musical[1].

Generalmente, las obras orquestales están constituidas por cuatro movimientos con tempos distintos; en este sentido, La voz a ti debida guarda una similitud compositiva entre el ritmo lírico y el ritmo musical, ya que la extensión del texto permite formar cadencias distintas, según las variantes emotivas del tema central del poema.

Claro que, en el caso de esta obra literaria, no sería válido extrapolar la comparación al grado de quererle encontrar al texto un número determinado de movimientos. Lo único que quiero destacar, es la equivalencia, hasta cierto punto sinestésica, que existe entre los tonos emocionales de La voz a ti debida con los que se apoya la variación del ritmo poético, y los tempos de una obra orquestal.

Tanto en el poema largo como en las sinfonías, siempre existirá una brújula temática que adopte múltiples formas, en el caso del texto de Salinas, estos cambios ocurrirán a partir de la inflexión del discurso, y dichas conmutaciones servirán para engarzar todos los segmentos líricos en una sola estructura poética. En las composiciones sinfónicas, el fenómeno anterior equivale a las fugas; éstas son extractos minúsculos de la melodía primaria con ligeras alteraciones tonales, y fungen como motivos musicales que ayudan a consolidar la unidad global de la obra.

Esperando no haber aturdido a quien lee esto por la digresión pasada, comenzaré a analizar lo que en este trabajo me compete. En primera instancia, trataré de encontrar –sólo en los cuatro segmentos con los que inicia La voz a ti debida– las facetas anímicas de la experiencia amorosa por las que atraviesa el yo lírico y la evolución de la imagen de la amada dentro del poema. Posteriormente, haré una conclusión basada en mi paráfrasis del texto, acerca de estos dos aspectos.

En el segmento preliminar de este poema, la experiencia amorosa es contextualizada en el nivel discursivo; el amante introduce la realidad material de la amada, junto con la concepción que éste ha idealizado de ella. Formalmente, esta presentación se lleva a cabo por medio de octosílabos en donde las acciones verbales cuantifican los modos de percepción sensorial: “Con la punta de tus dedos / pulsas el mundo, le arrancas / auroras, triunfos, colores, / alegrías; es tu música. / La vida es lo que tú tocas. / De tus ojos, sólo de ellos, / sale la luz que te guía / los pasos. Andas por lo que ves. Nada más[2].

Como bien ha notado la crítica literaria, la intertextualidad que guardan las obras de muchos escritores españoles de la primera mitad del siglo XX con la pluma becqueriana, también circunscribe a Pedro Salinas, pues los versos anteriores recuerdan el arpa de la rima XII, que espera a la mano de nieve que ha de arrancarle las notas musicales.

Sin embargo, en los versos señalados, la amada corpórea, es decir, la amada humana y tangible aparece afectada por la perspectiva del amante, ya que se le adjudican cualidades para aprehender el mundo que sólo una entidad divina podría tener.

Al mismo tiempo, el amante se presenta con una entidad física literalmente ensombrecida al lado de esta mujer, poniendo en contrapunto su poca valía frente a ella, aunque reconoce -mediante un fallido intento de modestia- ser el único sujeto que ha sido capaz de atraer a dicha dama, fémina que, por cierto, también es un ser humano imperfecto, no exento de errores: “Y nunca te equivocaste / más que una vez, una noche / que te encaprichó una sombra / -la única que te ha gustado-. / Una sombra parecía. / Y la quisiste abrazar. / Y era yo[3].

En este sentido, sucede una inversión que se opone a la convención clásica de la amada como un ser evanescente e inasequible por quien se sufre constantemente –tal es el caso de los pastores Salicio y Nemoroso en las Églogas de Garcilaso-, pues es el amante quien adopta la figura de un escorzo, mas no por rehuir al encuentro de la mujer, sino por la inferioridad que éste supone de sí mismo frente a ella.

En este segmento inicial la experiencia amorosa se limita a resumir y a condensar la temática central que servirá de eje para las subsiguientes directrices por las que el yo lírico expresará una abigarrada gama de sentimientos con respecto de la amada.

Antes de abordar el segundo segmento, me gustaría esbozar una inquietud que me ha surgido al leer el principio de la Égloga III de Garcilaso, en donde reposa el verso que da nombre al poema de Pedro Salinas: “Y aun no se me figura que me toca / aqueste oficio solamente en vida / mas con la lengua muerta y fria en la boca / pienso mover la voz a ti debida[4].

Es simple curiosidad mía que al leer estas octavas reales me pregunte si Garcilaso tenía en mente revelar un efecto semántico a partir del calambur formado en el último verso citado con la palabra “debida”, o si sólo quería construir una perfecta rima consonante.

Si se leen estos versos con detenimiento tomando en cuenta el calambur, el lector percibirá una especie de eco o resonancia a partir de la asociación de conceptos creada por el efecto fonológico, en la que se manifiesta claramente una antinomia; en términos literarios, un oxímoron, que es vida en contraposición con muerte.

El yo lírico insinúa continuar sus cantos laudatorios y encomiásticos a María –muy probablemente, a doña María Osorio Pimentel, la esposa del virrey de Nápoles- incluso cuando su lengua esté muerta y fría, y ese canto será una voz “debida” que provendrá desde la muerte. Me quedo con la duda; no sé si Garcilaso buscaba llegar a esta oposición retórica a través de dicho fenómeno auditivo.

El segundo segmento de La voz a ti debida es una petición marcada por enunciados imperativos en donde el amante exige la apertura total del mundo y del universo para el momento en que llegue su amada.

La experiencia amorosa del sujeto lírico muestra dos caras en este bloque. Por un lado, el amante desea que todo el cosmos facilite su encuentro con esta mujer; por otro lado, no le desagrada la idea de que la amada tenga algunas dificultades para llegar a él, ya que de esta forma quedaría más que comprobado el hecho de que la dama lo ama también, y que, debido a ese amor, ella es capaz de vencer todos los obstáculos que se le puedan presentar:

No, no dejéis cerradas / las puertas de la noche / del viento, del relámpago, / la de lo nunca visto. […] / Poned señales altas, / maravillas, luceros; / que se vea muy bien / que es aquí, que está todo / queriendo recibirla.  […] / Aunque sé que es inútil. […] / Porque cuando ella venga / desatada, implacable, / para llegar a mí, / murallas, nombres, tiempos, / se quebrarían todos, / deshechos, traspasados / irresistiblemente / por el gran vendaval / de su amor, ya presencia.[5]

En los versos citados está claro que la pasión que la amada manifiesta hacia el amante, por lo menos la pasión exhibida en el discurso poético desde la subjetividad del yo lírico, es una fuerza avasalladora que puede franquear cualquier traba. Este amor, que ya no es el del escorzo masculino, a la vez iluminado por la fulgente presencia de la amada, es un elemento vital que provocará las subsecuentes metamorfosis extraterrenas de la mujer.

El ser corpóreo femenino continúa evolucionando en un ente divino a través de cualidades propias de los númenes. La amada ahora puede abarcarlo todo y hacerle frente a un factor universal que siempre ha delimitado la existencia del ser humano: el tiempo.

Conviene subrayar que esta veloz acumulación de elementos deíficos en la mujer tiene su origen en la emoción que, por fuente del amante, ella exterioriza hacia éste. Por oposición, la capacidad amatoria del amante no es lo suficientemente poderosa como para impregnar a su amada de atributos célicos.

Aunque el amante quiera en demasía a su amada, sólo ella podrá magnificarse mediante su propio sentimiento amoroso hasta desarrollar propiedades supremas, pero no hay que perder de vista que todo esto sucede siempre bajo la lente del amante; de suerte que hay que tener cuidado para no caer en una aporía, ya que finalmente es la voz del yo lírico enamorado, la que resume y formula la exégesis última de la mujer, incluyendo las emociones de ésta, a lo largo de todo el texto.

Por lo visto hasta aquí, conviene señalar una posible relación intertextual entre el poema de Salinas y el creacionismo de Huidobro; esto lo infiero con base en la incorporación de imágenes que denotan longitud, espacialidad u omnipotencia en La voz a ti debida.

Un ejemplo de lo anterior ocurre desde el inicio del poema, al emerger los siguientes versos que describen a la amada como a un ser celeste: “Y si una duda te hace / señas a diez mil kilómetros, / lo dejas todo, te arrojas / sobre proas, sobre alas, / estás ya allí, con los besos, / con los dientes la desgarras: / ya no es duda. / Tú nunca puedes dudar[6].

El tercer segmento, desde mi punto de vista, adquiere un tinte más reflexivo que pasional; pareciera que el amante se acuesta en el diván del psicoanalista para escucharse y tratar de entender lo que busca a través de esta mujer, por medio de una reflexión profunda.

Pedro Salinas muestra su excelente vocación de poeta al abordar las distintas variantes de la temática central e inmiscuir filosofía y meditación sesuda, sin que luzca de forma forzada dentro de la obra.

Juan Villegas menciona acerca del buen tacto intelectivo de Salinas que: “Para algunos, su poesía no es sino magnífica poesía amorosa. Se canta a la amada, su hermosura, virtudes, ausencias y presencias. Descripción magistral del amor tanto por la finura y profundidad psicológicas como por el acierto expresivo[7].

En esta parte del texto, el ritmo cambia con naturalidad y espontaneidad, algunos versos se extienden mientras que otros se contraen, da la impresión de que el autor está alternando una comunicación uniforme entre la métrica y la semántica para conseguir un efecto certero, acorde con el mensaje poético.

Igualmente, el amante se vuelve un crítico de su propia pasión, reconoce que ha idealizado a la amada al extremo de no poder hallarla ni en ella misma; “no en tu imagen, / si la pintan[8].

La voz lírica propicia la evolución estética de la amada, pues la búsqueda que el hombre hace de ella no concluye en lo material; el amante no se detiene ante una corporalidad perceptible o ante la imagen más realista que sólo el estado de vigilia puede otorgarle, sino que extiende su exploración al plano metafísico; no conforme con limitarse a encontrar el cuerpo femenino, el yo lírico insinúa hallar la esencia de la amada en el exterior de ella misma, afuera del mundo. El amante siempre buscará a esta dama “Detrás, detrás, más allá. […][9], siempre más allá de todo.

Acerca de lo anterior, Feal Deibe apunta que “La intuición que está en la base de la compleja poesía de Pedro Salinas, es ésta: todos los seres del mundo están dramáticamente escindidos en alma y cuerpo. El afán del poeta se encaminará a lograr la unidad, la reconciliación de esos dos términos[10], de ahí que el amante se encamine hacia lo etéreo, hacia la espiritualidad pensada de la amada.

Sin embargo, al tiempo que el sujeto lírico sublima la corporeidad de la amada mediante un discurso que presenta un problema de carácter ontológico, también delimita con toda claridad su existencia humana.

Además, la presencia de la mujer ya no le es suficiente para culminar su búsqueda; la realidad de la amada ha quedado rebasada por la idealización –idealización que en términos psiquiátricos resulta un tanto obsesivo-compulsiva- del amante. Estos versos dan fe de lo anterior: “[…] no eres / lo que yo siento de ti[11].

En esta tónica, el yo lírico demuestra estar consciente de hasta dónde ha llegado su ímpetu anímico frente a la mujer. Ella se ha vuelto una puerta de entrada a un terreno profundo y glacial, a un lugar en el que las pasiones no tienen parangón con todo lo que existe ahí y que permanece velado.

El amante sabe que la amada es necesaria pero no suficiente para emprender su viaje anímico. El acto de hallar a esta mujer se convertirá en una condición de posibilidad que eventualmente le permitirá al hombre “Vivir ya detrás de todo, / al otro lado de todo […] / como si fuese morir[12]. Para el amante, Tánatos sólo tiene sentido si Eros está implicado, es decir, si el sueño final ocurre en pos de una búsqueda metafísica motivada por el amor de un ser real y verdadero.

El cuarto segmento de La voz a ti debida está construido sintácticamente a partir de una frase condicional de la que se desprende la ulterior versificación de consecuencias; pero esta oración condicional, a nivel discursivo puede interpretarse semánticamente como una apelación del amante hacia la amada: “¡Si me llamaras, sí, / si me llamaras! / Lo dejaría todo, / todo lo tiraría[13].

En este punto, la experiencia amorosa ya no es una descripción idealizadora de la mujer, ni una cavilación autocrítica acerca de la búsqueda y la devoción amatoria encarnada por el sujeto lírico; la experiencia amorosa adopta un aire de reclamo, pues a mi juicio, existe un tono imperativo oculto dentro del condicional citado con que inicia este cuarto segmento.

El amante desea ser llamado por la amada, y a cambio de que ella le hable, éste le informa todo lo que dejaría, todo lo que tiraría: “los precios, los catálogos, / el azul del océano en los mapas, / los días y sus noches, / los telegramas viejos[14].

Una vez más chispean las luces creacionistas en las líneas de Salinas; la voz lírica pretende deshacerse de los días y las noches, del azul del mar. Por primera vez en todo el poema el yo lírico tiene la supremacía de un numen; el tiempo y el espacio están a su disposición. Pero esta cualidad divina no se cumple, sólo surge como un anzuelo para atrapar la atención de la amada.

De la lógica discursiva de este bloque poético se infiere que el amante seguirá adjudicándose poderes sobrenaturales con tal de que la mujer le dirija la palabra; no hay evidencias que manifiesten la igualación célica entre el hombre y la mujer, el verbo con el que comienzan los versos de esta unidad lírica siempre se mantiene en un tiempo condicional.

En este cuarto segmento, el amante, consciente de que la amada que busca es una especie de Dulcinea en el sentido de que no la puede hallar con facilidad aunque la tenga enfrente, elabora una suposición a través de la cual da lugar al hecho fortuito de ser llamado por la mujer que él realmente espera encontrar: “Porque si tú me llamas / -¡si me llamaras, sí, si me llamaras!- / será desde un milagro, / incógnito, sin verlo. / Nunca desde los labios que te beso, / nunca / desde la voz que dice: no te vayas’.[15].

Considero que esta parte del poema está muy bien enlazada con la anterior, ya que el amante termina de afianzar la escisión ontológica de la amada por medio de la delimitación que éste formula acerca de lo material y lo deífico en ella.

En conclusión, considero que estos cuatro segmentos que dan inicio al poema pueden agruparse por parejas, debido al tono y a las variantes discursivas que van modificando el ritmo y la temática central del poema.

Por un lado, los dos primeros segmentos de La voz a ti debida resumen y exaltan tanto la experiencia amorosa del sujeto lírico, como la descripción de la mujer querida. Por otro lado, el tercer y cuarto segmentos dan pie a la reflexión del amante acerca de su pasión, de manera que el discurso se vuelve introspectivo y adquiere un carácter más racional, aunque en el cuarto segmento otra vez regresa la emancipación emocional de la voz lírica; pero en el reclamo que aquí se presenta, ya hay una notoria evidencia acerca de la concientización que ha hecho el amante sobre los límites reales y los etéreos infinitos de su amada.

La voz a ti debida es un texto que me ha dejado una agradable experiencia, si no amorosa, sí de lectura. Considero que esta obra poética, además de ser excepcional por la forma en que combina sentimiento, ritmo e imagen, es un escrito que abreva de distintas corrientes literarias, no con el fin de demostrar la erudición de su autor, sino con la intención de asegurarle al lector un viaje estético del que no se arrepentirá nunca.

J. Lavalle

[1] Höweler. Casper, Enciclopedia de la música, 4ª ed., Noguer, Barcelona, 1974, p. 134

[2] Salinas. Pedro, Poesía, ed. Aitana Alberti, Arte y Literatura, La Habana, 1986, p. 85

[3] Ibid., p. 86

[4] De la Vega. Garcilaso, Obra completa, ed. Guillermo Suazo Pascual, Edaf, España, 2004, p. 334

[5] Salinas. Pedro, Op. Cit., pp. 86-87

[6] Ibid., p. 85

[7] P. Debicki. Andrew, Pedro Salinas, Taurus, Madrid,1976, p. 129

[8] Salinas, Pedro. Op. Cit., p. 87

[9] Ib.

[10] Feal Deibe, Carlos. La poesía de Pedro Salinas, 2ª ed., Gredos, Madrid, 1971, p. 13

[11] Salinas, Pedro. Op. Cit., p. 87

[12] Ibid., p. 88

[13] Ib.

[14] Ib.

[15] Ibid. pp. 88-89

Bibliografía

_ De la Vega. Garcilaso, Obra completa, ed. Guillermo Suazo Pascual, Edaf, España,

2004.

_ Feal Deibe, Carlos. La poesía de Pedro Salinas, 2ª ed., Gredos, Madrid, 1971.

_ Höweler. Casper, Enciclopedia de la música, 4ª ed., Noguer, Barcelona, 1974.

_ P. Debicki. Andrew, Pedro Salinas, Taurus, Madrid,1976.

_ Salinas. Pedro, Poesía, ed. Aitana Alberti, Arte y Literatura, La Habana, 1986.